Mis abuelas tuvieron diez hijos cada una, diez vivos decían y dos muertos…Nunca supe si se murieron antes o después de nacer. Ambas eran mujeres campesinas nacidas y criadas pa casarse. Ambas casadas en plena adolescencia, a eso de los 13 años…cuando aún jugaban con muñecas decían…Las dos comenzaron sus maternidades a inicios de los años ‘30. Acurrucadas en un pedazo de tierra ajena que el patrón les prestó pa cosechar, plantar y sacar en cara cuando fuese necesario…
Las abuelas vuelan a mi memoria siendo madre y preguntándome cómo cresta lo hicieron porque criando una pequeña de 19 meses entiendo lo difícil que es maternar. Cómo cresta criaron a 10 cabros chicos a la vez? Cómo cresta gestaron y parieron toda su vida fértil? Cómo cresta parieron casi solas a toda esa parentela? Cómo cresta multiplicaron el pan, los calores y remedios ante tanta camada? Cómo cresta dedicaron toda su vida solamente a sobrevivir!
Ellas usaron la fuerza de sus hijxs para hacer crecer la tierra, cuidar los animales, preparar quesos, recoger las semillas, ordenar la casa. Lxs más chicxs “cuidaban” a lxs más grandes -me contaban- y el que tuvo más suerte pudo llegar a octavo año básico recorriendo grandes distancias para asistir a una escuelita rural. Ellas preferían que no estudiaran, eso sí, porque les faltaban manos pa sostener la casa…porque tanto estudio no tenía finalidad al momento de surcar la tierra…
Mis abuelas fueron mujeres fuertes pero pesadas y agresivas, descargaban en sus hijxs la rabia de estar sometidxs a la miseria de la pobreza y de la mano machista que las violentaba solo por aleccionar. Sufrieron rabias, llantos, golpes y opresión por estar casadas sin remedio con hombres insunflados de poder patriarcal. El único poder que podían ostentar peones de tierras ajenas, explotados hasta el cansancio por la mano patronal.
Una de mis abuelas soportó un macho bestia como marido, que la arrastraba como arado sosteniendo sus cabellos al arado del caballo… cuando tomaba demás -se excusaba mi papá- Soportó llantos, vejaciones, abusos a sus hijas, agresiones a sus hijos, a sí misma, alejada en una parcela donde la vecina más próxima estaba a kilómetros de distancia…
Sin embargo sus hijxs no la recuerdan como víctima, la recuerdan risueña, cantora, tejedora imparable que desarmaba chalecos de lxs más grandes para crear modelos nuevos a lxs más chicxs…contadora de chistes cochinos, buena pal vino y la fiesta…La abuelita Tina logró sobrevivir a ese hombre que le tiraba la plancha con carbón ardiente arrinconándose en la creación de sus propios mundos…
La otra abuela enviudó joven, perdiendo al “único hombre que ha valido la pena”- decía mi mamá-…desde entonces tuvo que emigrar del “Guingal”, abandonar la quesería y buscárselas cómo pudo con toda sus crías chicas… A esa abuela nonagenaria todavía la recuerdo, terca testadura, matriarca, obstinándose a la vejez…reclamado contra sus hijxs que querían verla sentada en una silla de ruedas…la recuerdo mirando sus pequeño sitio lleno de árboles frutales…montándose a trancones en el carrito que hacía las veces de burrito de carga…
La recuerdo grande, alargada, con sus pómulos marcados y su sonrisa incompleta, con su piel arrugada y sus manos huesudas intentando peinar su cabello completamente cano en dos trenzas…La recuerdo inmensa sostenida por tres hijos para lograr ponerle la chata a esas piernas inmóviles…recuerdo haber visto su pubis - el primero que veía en una mujer adulta- lo recuerdo arrugado, lampiño, con pelusas blancas, inmenso, alargado …recordándome mi propio origen…
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