A propósito de la muestra CRíA CUERVAS de la artista Gabriela Rivera que se inaugurará el día 8 de
enero de 2016 a las 19:30 hrs en Galería BECH comparto con uds un trabajo que
se alimenta de la promiscuidad investigativa mezclando arte, cine, análisis
critico y feminismo.
El siguiente análisis se basa en un texto que preparé inspirada en
la propuesta “Cría cuervas” de la
fotógrafa nacional Gabriela Rivera, presente en la exhibición “New
Maternalisms”, MNBA, 2014. El texto intentará generar un hilvanado entre la
propuesta artística y dos personajes de la maternidad hollywoodense, la teniente Ripley
de Alien y Sarah Connor de Terminator. El
eje conductor de esta triada es el
potencial reproductivo femenino que amenaza con sobrepasar y desbordar como
fenómeno de fertilidad y fecundidad excesiva.
La maternidad será abordada como
una especie de monstruo o terror interno que acecha en las sombras de la
instalación del patriarcado. En las filmaciones de ciencia ficción
contemporáneas antes mencionadas, así como en la obra de Rivera, la amenaza de
la maternidad es el desborde de lo abyecto. Es esa madre y sus fluidos –sangre,
placenta, fetos, leche- que se escapan y salen de control.
Asoman miedos profundos que
condenarán la figura materna como una aberración latente, una enfermedad
parasitaria, una amenaza de polución, ó una extraña forma de colonización. Para
suplir este desborde de vida, este exceso de poder, la maternidad cargará con
un rol social trascendental: la culpa y el deber de adoctrinar, en un afán
civilizatorio, a sus propios engendros.
Cría Cuervas de Gabriela Rivera
La exposición New Maternalisms, Maternidades y nuevos feminismos en el arte
contemporáneo, fue una muestra cuya primera versión tuvo lugar en Toronto,
Canadá en marzo de 2012 y en Santiago se desarrolló en distintos circuitos
artísticos, en Junio-Agosto del 2014.[1]
Esta exhibición reflexionó en
torno a la vivencia de la maternidad desde
la producción artística actual, en Chile particularmente buscó establecer un dialogo en torno al tema “madre-mujer” y los
diferentes contextos donde esto se desarrolla[2].
En esta muestra, Gabriela Rivera presentó una propuesta visual denominada “Cría cuervas”, como ya es tradicional
en sus fotografías la artista expuso autorretratos que surgen desde el
enmascaramiento de la piel con carnes animales.
Se trató de una triada fotográfica que da cuenta de su propio
linaje materno. Abordando la personificación de su propia madre e hija ataviadas
como tres “pájaros”, “pájaras”, “bestias”, “carroñeras”, que aluden a la
continuación de una estirpe de “cuervas”.
En las fotografía de gran formato se presentan tres escenas
diferentes de estas personajes enmascaradas que se exponen desnudas ante la
lente recortadas por un fondo oscuro. La primera escena muestra el amamantamiento de la cría,- es la artista
quien posa lactando a su pequeña-, la segunda imagen está compuesta por las
herederas del linaje matrilineal – madre, hija abuela- acá la autora posa exhibiendo la costura de la
“obra” y la última imagen es protagonizada por la pequeña “cuerva” portando en
su mano amenazadora una enorme aguja. Cierra la instalación un mesón con tres
cabezas cubiertas cada una con las máscaras embalsamadas de cuero animal.
La muestra expone una línea de
tutelaje y protección que se evidencia en la cercanía de los cuerpos desnudos. Se
exponen caricias y ternuras maternales
prodigadas desde lo inaprensible del vínculo filial, pero estos afectos se ven
obstaculizados por la supremacía visual de la mascarada que actúa como grilla imposibilitando
nuestra participación en el encuentro. El
desborde de estos engendros se antepone como una coraza que reprime todo
impulso de cercanía.
Lo siniestro de las mascaradas
deja en evidencia los cuerpos re-construidos. Las costuras de los fragmentos
intentan urdir una animalidad ficticia, civilizatoria, que pretenden hilvanar
la manufactura de la suplantación de lo carnal. Gabriela en un afán paródico se
apropia de la figura frankensteinesca[3]
para recalcar la concepción no humana de estos organismos.
Lo perverso de estas criaturas
inunda la atmosfera. Es la pose desenfadada la que expone una ironía. Es la
misma prolijidad en la confección de sus rostros lo que evidencia un sospechoso
trabajo en la asepsia de su manufactura. Es el disfraz de la normalización de estos cuerpos
para introducirse en la cultura. El desborde de lo orgánico, de la animalidad
se encuentra en un estado fronterizo donde la máscara actúa como garante que
mantiene al margen toda amenaza.
Cría cuervas y te sacarán los ojos, resuena como metáfora del potencial
reproductivo femenino que amenaza, al igual que estos organismos, con
sobrepasar y desbordar de engendros como fenómeno de fertilidad y fecundidad
excesiva. La propuesta nos retrotrae a los miedos más intensos sobre la
maternidad exuberante. La amenaza de la maternidad parece hacer un guiño a los
fantasmas que atemorizan con en esta capacidad reproductora de parir monstruos, engendrar bestias[4],
como señala Rivera. La repetición de un estigma de violencia enraizada en
miedos misóginos condenatorios, que ven con ojos recelosos el carácter malévolo
de toda madre.
Maternidades Monstruosas y Heroicas
A propósito de estos miedos, es
difícil plantearse como madre después de ver a la teniente Ripley y a Sarah
Connor[5] en
acción. Como heredera de la ciencia ficción de los ochentas/noventas, mi
imaginario de mujer puérpera resuena con la relación maternal de estas
heroínas de las secuelas Alien y Terminator. Ambas producciones
están infestadas de alusiones a lo maternal, a la Madre Arcaica y las dimensiones orgánicas y abyectas de lo materno.
Las dos primeras Alien (Ridley
Scott, 1979) y Aliens (James Cameron, 1986), están pobladas de imágenes sugerentes, donde
lo húmedo, viscoso, mojado, orgánico, traspirado, oscuro son metáforas frecuentes
de la reproducción. Particularmente sus representaciones nos conducen a una
imaginería uterina: el lente circula por intrincados corredores que conducen a
cámaras internas de la nave Nostromo,
los tripulantes se levantan desde capsulas criogénicas de su largo sueño y son
despertados por la voz del comando central denominado Madre.
La cueva donde se encuentran los
huevos en estado de latencia de Alien
tiene forma de piernas abiertas, de una vulva expuesta, de trompas de Falopio. Asimismo,
el diseño de esta criatura se manifiesta monstruosa en su fecundidad. En tanto organismo
evoluciona como mano, garra, falo, molusco, serpiente; deposita los huevos, persigue e insemina
hombres, mujeres, humanos, ahogándolos, ahorcándolos pero manteniéndoles con
vida hasta utilizarles como incubadora
de su monstruosa descendencia.
Se exponen un gran número de
escenas de alumbramiento, de nacimientos, pero a través del estómago, que se
inician con lo que Ripley denomina como el “El hijo de Kate”, “El Hijo del
Hombre”. Nos inundan las imágenes de colmenas, telarañas, colonias de humanos
en pos de la procreación de monstruosos organismos. Destaca la aparición de la
reina madre, arcaica, mítica,
procreadora infinita, mantis religiosa que se reproduce y asesina.
La relación conflictiva de Ripley con
la maternidad, en tanto, se parece a lo pesadillesco de la ama de casa, al dejar
todo ordenado y volver a comenzar, una y otra vez, incluso después de muerta
hasta la clonación. Son incansables los intentos de Ripley por vencer la
amenaza de la muerte y rescatar: compañeros de tripulación, gatos, planetas,
militares, robots, monjes, para sobrevivir o para reponerse de todas las perdidas, pero por sobre todo la de su de
hija.
Por supuesto que a la protagonista
la ronda la culpa, por no cumplir su deber ser con una hija ya muerta, que dejó
a los once años y a quien prometió volver para su cumpleaños. Este abandono la
lleva al rescate y amadrinamiento de una niña huérfana, bestial y salvaje como
su carácter mismo -Newt, una sobreviviente pequeña que carga consigo la
cabeza de una muñeca desmembrada, como pequeño prototipo de mujer/madre, a pesar de lo bestial de su apariencia-.
Por otra parte resuena otra
heroína maternal de la ciencia ficción Sarah Connor, protagonista que
evolucionó desde una sumisa y apacible chiquilla que es avisada de la buena nueva
del mesías en su interior en The Terminator (1984). A una guerrera madre
salvaje, loca, desalmada, y descariñada en Terminator 2: Judgement Day (El
Juicio Final, 1991) ambos films escritos
y dirigidos por James Cameron.
Sara también es una heroína que se
forjó a sí misma como madre del hijo que salvará a la humanidad. Su rol como
instructora de insurgencia nace desde la negación, de “no haber pedido ese honor”[6] hacia la
heroicidad delirante de una madre que se
encargó de entrenar bélicamente al pequeño John. Tanto empeño puso en su misión
que terminó sin la custodia de su hijo y
confinada a un perverso hospicio. En esta segunda parte de la secuela relucen
sus destrezas de sobrevivencia, manejo de armas, astucia y resistencia física
en contraposición con su incapacidad de demostrar emociones.
Sarah Connor también es una monstruosidad,
es la mujer predestinada a procrear al héroe que rescatará a la humanidad del
exterminio de las máquinas. En un affaire de una noche con el guerrero del
futuro que viene a rescatarla del robot exterminador, Sarah concibe a Juan a John.
Quien será el mesías del futuro, Superhéroe, engendro en sí mismo. Líder de la
resistencia humana ante las máquinas. Un humano generado desde de una discontinuidad
tiempo espacial producto del mismo rescate. Paradojal.
Ambas protagonistas son heroínas
de acción, ambas consiguen sobrevivir
pero a su vez deben cargar con el estigma sobre sus cuerpos, la
fecundidad. Mientras Sarah concibe por consentimiento, Ripley actúa como madre
filial, como “madrina” para luego suicidarse por ser fecundada a la fuerza con una cría de Alien reina en la versión 3. Por
otro lado las reproducciones no humanas, como las de Alien y las múltiples
formas de regenerarse del Terminator les corresponden un estado de abominación.
En ambas películas Alien y
Terminator se puede deducir un subtexto
argumental similar, la humanidad está puesta en juego, el exterminio de la raza
es inminente. Ambas producciones ponen de relieve la experiencia misma de la
catástrofe y es imperioso, urgente resguardar y rescatar un orden primordial,
renovar el proyecto mismo de civilización.
El carácter excitante de los
conflictos de ambas películas se basa en esta posibilidad de poner en riesgo la
subsistencia/sobrevivencia de la especie. Poniendo de manifiesto un palpable peligro
al suelo firme donde reposa toda nuestra existencia, el Hombre mismo se ve amenazado.
En las dos producciones lo
monstruoso de la lucha entre el bien y mal es evidente, los enemigos son
identificables aliens y robots. Su carácter amenazante hacia la comunidad se
constituye desde lo otro, desde la diferencia misma con el insondable proyecto
de lo humano. El monstruo es el ‘Otro’ nuestro y de la sociedad.
Desde acá es evidente la sintonía de quien mira con la reposición del “Estado
natural de las cosas”, la naturaleza del Orden/resguardar y reponer ese
proyecto. De esta constante promesa metafísica, la saga puede continuar una
dos, tres cinco veces, renovando el estatuto de esperanza.
Esta fabulación, la constante
renovación del mito, permite camuflar la guerra de dominio, de aniquilamiento,
con el ropaje de la monstruosidad. Si la
contienda por la sobrevivencia es con un otro/a
completamente opuesto a este proyecto de “nosotros” es claro que como
espectadores/as nos alinearemos por la perpetuación de la especie.
Cría aliens, líderes de
resistencia humana, cuervas… y te sacaran los ojos
No me parece azaroso que en Alien y
Terminator lo agonal de la subsistencia, en tanto disputa/pelea por la vida, sea librada por protagonistas mujeres. A mi parecer ambos
films se resguardan en el cuerpo femenino como receptáculo de múltiples
significaciones acerca de la reproducción y la sobrevivencia.
1.-Por una parte la Tte. Ripley y
Sarah Connor actúan como metáfora de la perpetuación de la especie -por el
hecho mismo de ser mujeres y poseer un cuerpo con potencial reproductor- pero
por sobre todo por sus estrategias para salvar la humanidad entera. Ambas deben
ejercer como madre en tanto ejercicio de performatividad de los cuidados:
enseñar a sobrevivir, huir, guiar, rescatar, aconsejar, resguardar y cuidar el
cuerpo de los/as otros/as. Obviamente me refiero a los cuerpos que interesan a
la causa de cada trama fílmica.
2.-Porque así como Ripley y Connor tienen la posibilidad de crear vida también
tienen todo el potencial para destruirlo todo. Como heroínas de acción son un
riesgo civilizatorio. Pueden ser leídas en clave de peligro a los mandatos de
género hegemónicos al ser sujetos activos de acción, palabra y decisión. Situación
que puede desenfocar su misión como hembras reproductoras de otros humanos/as y
como repetidoras del discurso oficial.
3.- Ahora, si bien ambas protagonistas
se alejan del paradigma de la mujer objeto y se constituyen como sujetos de
acción y enunciación en ambas películas, sus personajes deben suplir - desde un prisma patriarcal- este
desborde y este exceso de poder restaurando el
proyecto civilizador que implica la Ley, pero la ley del Padre.
La teniente Ripley se constituye
heroína de ciencia ficción en tanto no duda en identificar a la
madre arcaica alienígena y lo femenino - monstruoso como algo negativo que debe
ser controlado y eliminado. Sarah Connor en su agonía psíquica se mantiene dubitativa en defender una humanidad
propiamente bélica y monstruosa, sin embargo trasciende como heroína al defender
un patriarcado humano al de las máquinas, como ella misma lo explica “Si una máquina puede aprender el valor de
una vida humana, tal vez, también nosotros”[7]
En ambas películas se puede leer
que los/las humanos son la propia monstruosidad, pero lo femenino actúa como
significante que construye el relato del horror en tanto contenedor de miedos
misóginos.
4. Para la teórica Barbara Creed
el relato cinematográfico del terror –en este caso ciencia ficción- es
considerado normativo en la medida que representa y
expone angustias y miedos masculinos relacionados a la sexualidad femenina. Según Creed, siguiendo a Kristeva, la tercera
categoría de lo abyecto[8] es lo
maternal, la feminidad monstruosa es representada a través de la maternidad y
sus funciones reproductivas puesto que el cuerpo de la madre es alineado con lo abyecto al no esconder su deuda con la naturaleza.
La misma teórica propone el concepto de Madre
arcaica, para designar una madre primigenia cuya maternidad entra en la
categoría de lo monstruoso en la medida que es abyecta, sangrienta y amoral, tanto dadora como
quitadora de vida. Para
ella la madre arcaica no es, en sí, una imagen inherentemente negativa, sino
que el discurso patriarcal la construye de esta forma. (Creed 2001: 83).
En este mismo sentido la Reina
Alien es mucho más consecuente con su objetivo de sobrevivencia, como
animalidad abyecta, se constituye en peligro en tanto ponedora inagotable de
huevos, a diferencia de la reducida fecundidad humana. Ella misma comporta lo
abominable de la madre arcaica en cuanto constituye su poder dando y quitando
vida, fecundando andróginamente a hombres y mujeres por igual, haciendo parir
sus crías a cuerpos masculinos imposibilitados para ello. Desde su amoralidad
lucha por la sobrevivencia y colonización, Alien se constituye en la amenaza
materna por excelencia.[9]
En este sentido, el ‘proyecto ideológico central’ de estas producciones
es ofrecer una confrontación con lo abyecto en función de, finalmente,
expulsarlo. Consecuente con la función históricamente encomendada a las mujeres
son las protagonistas madres encargadas de depurar lo abyecto, salvaguardando
lo que significa ser humano.
En el caso de Terminator por
ejemplo, Connor cría en resistencia pero la crianza de esta insurgencia tiene
que ver con prevalecer lo que constituye propiamente humano por sobre las
máquinas, aunque esto radique
en un legado en educación armamentista y bélica.
En Alien en tanto, la escena donde
Ripley se inscribe en el proyecto civilizador
normativo es cuando defiende a la niña Newt en brazos y se confronta
madre a madre con la Reina Alien destruyendo su nido lleno de huevos hasta matarla.
En ambos casos se re-instaura el
orden patriarcal y se enaltece la razón como control de la naturaleza por sobre
lo salvaje, condenando la figura materna a conciliar su exuberancia con un rol social trascendental. Desde
estos miedos a la monstruosidad materna se instalan el peligro de desenfocar su
misión.
Esta madre sostenida por la
cultura - la que adoctrinar, en un afán civilizatorio- es el imago que oculta
la amenaza. Su deber moral será civilizar a sus propios engendros cargando por
siempre con la culpa de no ser lo “suficientemente buena”. “Cría cuervos y te
sacaran los ojos” surge como la condena a la que ose desviarse de un modelo de
crianza tradicional e impositivo.
Volviendo a la obra de Rivera, sus
criaturas parecen burlarse de este intento de moldear a los seres humanos como
si fueran arcilla, la autora propone que
criemos bestias, bestias que nos utilicen y luego nos despedacen, augurando
una conexión con su rol de madre pero también con su trabajo como creadora. La
propuesta fotográfica auspicia una rebelión bestiaria
que desborda su existencia como objeto de crianza/creación para conformarse
como un otrx, en contienda, en desafío, en lo agonal de la sobrevivencia.
Pero a su vez este matrilinaje de
cuervas es un sarcasmo a la competencia de la genealogía femenina por el poder,
inculcado en el discurso patriarcal desde pequeñas haciendo ver a las otras
como enemigas desde que iniciamos nuestra edad
fértil en la carrera por la heterosexualidad y la reproducción. Lo que
anula nuestra historia de mujeres y nuestra identificación con las que nos
antecedieron.
Volver a coser la urdimbre de
nuestra genealogía significa revisar toda la fantasía instalada desde pequeñas
como seres criadas débiles, que necesitan ser protegidas y esperan eternamente
un rescatador. Seguimos siendo violentadas y asesinadas. Seguimos sin
entrenamiento físico y bélico para la autodefensa y resistencia. Seguimos sin
poder decidir legalmente sobre llevar a cabo o no una gestación en nuestros
cuerpos. Seguimos sin poder abortar.
En este sentido, la Tte. Ripley y
Sarah Connor se transforman en un referente mediático para la autodefensa. Sin
embargo, la complejidad de su contienda reside en la manipulación de su figura
por parte del discurso hegemónico patriarcal. Ellas constituyen una excepción a
la norma, pero siguen sin escapar a los mandatos que resguardan la oficialidad
de una civilización que anula la Ley
materna.
Nos permiten ser violentas y belicosas
en tanto matemos a la madre. Mientras sigamos matando a la madre. Seguiremos
errantes anulando la historia de nuestras congéneres, seguiremos condenadas a
la contradicción, al igual que nuestras protagonistas, quienes en su escape y
búsqueda de salvación son condenadas a enloquecer…
Referencias Bibliográficas:
§ Creed,
Barbara: “Lo monstruoso femenino”, Cine, Feminismo y Psicoanálisis.
§ Saadoun,
Zulma: “Alien y Reina: Heroísmo femenino y maternidad monstruosa en la película
Aliens” Tesis de grado Comunicación Audiovisual, Universidad
ORT Uruguay, 2014.
§ Lidia
Merás¸ Maternidades anómalas. Reproducción en la ciencia ficción
cinematográfica de los años noventa. Anàlisi 46, Londres, Pág: 35-47, 2012.
[1] La
curatoría en Canadá fue desarrollada por la académica y curadora canadiense
Natalie S. Loveless y en Chile por Soledad Novoa.
[2]
Libro catalogo de la muestra New Maternalisms
[3]
Frankenstein de la escritora inglesa Mary Shelley
[4] Entrevista a Gabriela Rivera para la propuesta Cría Cuervas, abril 2014.-
[5] Sigourney Weaver, Linda Hamilton
respectivamente
[6]
Escena Terminator 1
[7] Frase final
de Sarah Connor, en Terminator 2
[8]Barbara Creed, “Lo monstruoso femenino”, Revisar Capitulo1 'Residuos
corporales', ‘lo último en abyección’ 2 'colapso de fronteras o en la ambigüedad
entre fronteras'.
[9] En
ambos finales de Alien termina expulsada al espacio
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